Me gustas

Porque te imagino. Te imagino conmigo, creciendo. Y por eso me atraes, aunque no sepa tu apellido, o el lugar dónde naciste. Me interesas, me urge hablarte, mencionarte mi pequeño delirio sobre nosotros dos tomados de manos. Pero no, mi sentido común no me lo permite, el dolor podría ser mortal si el rechazo acaricia tus labios. No creo que siquiera la imagen de mi recuerdo se pasee por tu inconsciente; distantemente te pienso y suspiro.

Y te pienso, te pienso todo el tiempo. Porque aunque han pasado meses desde que mis ojos tuvieron la dicha de conocer, grabar y plasmar los tuyos en mi mente, no me canso... ¡No me canso!
Recuerdo verte caminar por la plaza, a paso campante, con calma, como perdido. Y se me ocurrió acercarme a ti, preguntarte en qué pensabas. Y sonriéndole a la situación me dirigí hacia ti. Supuse que ignorarías pasos atrás de ti, pero no... Te volviste hacia mí,  y me detuve en seco, me sonreíste, ese gesto mágico en el que me demostraste que te era agradable mi pequeña ocurrencia.
Con un 'hola' reconociste mi presencia, y con un '¿qué te trae por aquí?' hiciste que mi corazón apresurara la marcha. -Nada. Tenía ganas de pasear- respondí, con una risita ridícula.-Yo también- respondiste. Y caminamos la plaza tres veces, parecía levitar a tu lado más que arrastrar los pies. Nos sentamos en un banquito, y me saliste con 'Y tú… ¿qué piensas de la vida?'. Te miré y sonreí.  

¡Qué comienzo!